El ocaso nos sonríe entre tus sábanas
y el aroma de acacia impregna la noche,
plagiando nuestras almas entre cábalas,
desnudándolas cuando suenan las doce.
La lluvia se filtra entre tus cálidos besos,
discurren reinos de hielo por tu espalda,
mientras, en el infinito de tus ojos navego,
abrazándote hasta que los papeles ardan.